Todo empieza a borronearse

sábado, marzo 25, 2006

Lars me despierta con su vozarrón amable: “¿Se siente bien?”, junto con la voz me llega el olor a café. Levanto la cabeza. Me duele la mandíbula: he dormido con el mentón apoyado contra la mesa de madera.
Lars deja el termo y las bandejas con comida en la cocina. “¿Sabe algo de Olof?”, pregunto mientras me masajeo la cara, “me comentaron que se llevó a Monique”. Lars acaba de encender la luz. Pestañeo, molesto por el resplandor que ha invadido la oscuridad del ambiente. “Nunca me lo hubiera imaginado”, se lamenta, la mirada fija en el piso, juguetea con el pie, “esa mujer…”, sirve dos tazones de café, “parece que tiene problemas…”: hace girar el dedo índice alrededor de la oreja. El pelo blanco de Lars, como una mala profecía, es más blanco que nunca esa mañana. Se toma el café de un sólo trago y continúa: “Parece que esa muchacha estuvo internada en su país. La han llevado para una pericia psiquiátrica”. Me atraganto con el café. Lars se levanta y me palmea la espalda. “Debo irme. Hoy tengo una visita guiada al Hotel de Hielo. Un contingente de turistas. Buen dinero”, se calza el gorro y los guantes. “Cuídese”, se despide con un gesto y desaparece en la madrugada oscura.
Siento el chasquido sordo de la puerta y todo empieza a borronearse.

Algo tengo que inventar
Nada tendría sentido