Los puntos sobre las íes

domingo, marzo 19, 2006

“El caso es nuestro”, informa Olof, “accedieron a que investiguemos juntos, bajo mi tutela. Hay una sola condición: si el hecho toma estado público, Amadeo será declarado culpable”, informa; se calza los borceguíes y me hace una seña para que lo siga. Lo detengo, quedamos frente a frente: “Te debo una, hermano”, nos miramos en silencio. Olof amaga una sonrisa. Quiere responder al gesto pero no sabe cómo: “Vamos” concluye, y arranca hacia la calle con zancadas de gigante; lo sigo de lejos, tambaleando de la emoción, con paso lento. Llegamos a la cabaña al mediodía.
Todo es un revuelo: Melinda chilla y patalea desparramada sobre la mesa; Monique vocifera insultos en francés agazapada en un rincón; Hauna se pelea con el policía rubio: “¡Esto es un atropello! ¡Mi abogado está en camino! ¡Me van a oir! ¡Me van a oir!”; Paralopus y Wiona, abrazados sobre el sofá, tienen la expresión resignada y perdida de los trasnochados.
Olof intenta apaciguar los ánimos. Alza los brazos en el aire y sugiere: “Hay que mantener la calma. Los iré interrogando uno por uno”, la declaración ha silenciado a todos: “Hay que recoger pruebas, esperar los resultados de la autopsia. No llevará mucho. A lo sumo una semana” (“No era momento para largar ese muerto”, pienso, “. Le falta tacto al Olof”): Melinda se desmaya y Hauna se me viene al humo: “¡Este hijo de puta y su amigote! ¿Dónde está su amigo?”. Paralopus lo ataja del cuello y lo contiene con fuerza. Hauna es un volcán, le tiembla la papada.
“Fueron el griego calentón y la porrista” aporta Monique, siseando desde su rincón como una yarará. “¡Puta!” replica Wiona y se abalanza sobre la francesita, se tironean de las mechas, hay mordiscos y arañazos, ruedan por el piso; el policía rubio intenta separar a las chicas; Paralopus le hace respiración boca a boca a Melinda; aprovecho el revuelo para abarajar al belga: “calmate un poco vos, ¿eh?”, lo mido un segundo y le zampo un cross a la mandíbula: cae como un muñeco.
Olof pega un tiro al aire —el disparo estalla sobre la batahola y el living es de pronto un cuadro detenido—, luego informa, calmo: “O se comportan como gente civilizada, o la investigación la hacemos tras las rejas”.
“¡Ya era hora, hermano, de que pusieras los puntos sobre las íes!” pienso, mientras sello mi venganza con un puntapié rastrero sobre el rostro de Hauna.

Calma tras la tormenta
De coté