Parece que sonríe

lunes, marzo 27, 2006

Con Monique y Amadeo somos los primeros en llegar a la cena en la cabaña. Lars nos recibe en la puerta con su esposa y sus dos hijos pequeños: “Gracias por venir”, ha dicho, “necesitaba que vengan”, me abraza con fuerza, saluda a Amadeo y a Monique con la mano. A su costado, Daniel y Åsa, nos estudian con sus ojitos azules, debajo de los flequillos rubios, los cachetes colorados. Nos saludan tímidamente, escondidos entre las piernas de Emma, la mujer de Lars, que nos dedica una sonrisa amable y un apretón de manos.
Miro hacia la casucha del sauna; dibujo en mi cabeza las ondulaciones blancas sobre el techo; la calidez fantasmal saliendo por la puerta abierta… “¿Entramos?”, propone Lars. Monique ha alzado a Daniel; la pequeña Åsa le habla a Amadeo y lo toma de la mano. A los diez minutos llegan Melinda, Wiona y Paralopus. Todavía nos estamos saludando con abrazos silenciosos, cargados de simpatía y respeto, cuando golpean la puerta.
Olof entra y se saca el gorro. Alza la vista y se nos queda mirando. De pie, en silencio, pestañea. Parece que sonríe, y en una mueca que es mezcla de orgullo velado y cariño, se frota el pelo corto como un abuelo enternecido frente a sus nietos revoltosos.

Charla de café
Siluetas coloridas