Camelo griego

martes, marzo 21, 2006

Olof irrumpe en el living cuando acabamos de almorzar. Es el turno de la declaración de Hauna.
El belga bufa en su asiento y se levanta desganado. No acepta la mano extendida de Olof. Se calza los guantes y la campera y los dos caminan por el sendero hacia la casucha sobre el lago.
Monique y Melinda juegan a las damas, recostadas sobre la alfombra; las manos van y vienen sobre el tablero, con movimientos lentísimos. Salgo a la galería.
Por primera vez desde que estamos en Laponia el día es claro y sin nubes; mucho frío, unos veinte bajo cero. A lo lejos veo a Wiona y Paralopus esquiando sobre el lago, escucho sus risas; Wiona tropieza y se pega un porrazo tremendo. Voy hacia ellos a ver si necesitan ayuda. No me ven llegar. A medida que me acerco escucho que Paralopus le dice que no se preocupe, que no es nada, un tobillo hinchado nada más, mi amorcito… habla en perfecto inglés, con acento raro pero fluido mientras le quita el esquí y le masajea el pie. Antes de que me vean giro y me escondo detrás de Popi.
Paralopus la lleva en brazos hacia la cabaña. “Hey, Paralopus, ¿qué le ha pasado a tu chica? ¿Necesitás ayuda?”, le pego el grito en inglés. Paralopus gira y se me queda mirando sin hablar.

Latigazos de plasma
Mandarina jugosita