Sin sentido

domingo, marzo 26, 2006

“¿Qué pasa acá?, ¿dónde vamos?”, lanzo la pregunta al aire, miro a Monique. “Olof me ha enviado para ayudarte”, tiene los brazos cruzados sobre la campera roja, el rostro tenso, a la defensiva. Le acaricio la mejilla. Se distiende y sonríe. “No estamos para arrumacos”, protesta Lars, “esta puede ser su última oportunidad”, nos zarandeamos en una curva pronunciada, Lars maldice en sueco y me mira un segundo: “Debo estar loco para meterme en estos líos”, vuelve a concentrar la vista en el camino. Rezonga: “Hace una hora estaba durmiendo, mañana debo trabajar, como todos los días”. “Olof me dijo que recurra a usted”, se disculpa Monique, “le pagaremos la gasolina y un dinero por la molestia”. Lars sacude la cabeza, volantea y detiene el auto de golpe. Los faroles alumbran un cobertizo de madera que se adivina entre los árboles.
“Hasta aquí llego. Bajen”. Lars avanza dando largas zancadas. Lo seguimos de cerca hundiendo los pies en la nieve blanda. Cuesta avanzar. Lars enciende una linterna frente a la puerta del cobertizo y la abre hacia fuera.
“¿Anduvo alguna vez en una de estas preciosuras?”: una moto de nieve surge en la oscuridad, alumbrada por el haz de luz de la linterna. Niego con la cabeza. “No importa, es como si anduviera sola”, comenta y avanza hacia el artefacto.
Sostengo la linterna mientras Lars me explica el funcionamiento del aparato. Con un movimiento enérgico hace girar la llave y aprieta un botón rojo. Un estruendo de motosierra inunda el ambiente oscuro junto con un fuerte olor a gasolina. “Paremos un segundo la mano”, protesto, zarandeo la linterna buscando el rostro de Monique, “¿a dónde se supone que vamos?”. Monique se protege de la luz con la mano, rebusca en los bolsillos de su camperón; saca una hoja de papel y me la extiende: “Amadeo alcanzó a darle esto a Olof. Es una nota para ti. Parece que está en clave”.
Tomo la hoja y la alumbro con la linterna: es un formulario pre-impreso de la policía, doy vuelta el papel: allí está lo que Amadeo ha escrito; las letras tienen un trazo grueso y débil: “POPI VIO TODO”.
“¿Qué significa?”, pregunta Monique, escucho su pregunta lejana sobre el estruendo del motor. Apenas alcanzo a escuchar la despedida de Lars: “sigan el sendero angosto a través del bosque, doblen siempre hacia la derecha. No hay forma de perderse. Cuando salgan del bosque estarán sobre el lago congelado. La cabaña está en la orilla opuesta”. Siento que tengo que preguntarle algo, pero no alcanzo a reaccionar. Alumbro los rincones del cobertizo sin pensar en lo que hago, como si buscara alguna respuesta a esta locura enorme. Monique me mira, esperando una contestación, los brazos cruzados, “tranquila, todo va a salir bien”, trato de calmarla pero no me creo las palabras. “Popi vio todo”, pienso y la abrazo en la oscuridad; la luz de la linterna proyecta un círculo en el piso de tierra y alumbra nuestros zapatones negros, húmedos por la nieve.

Con lo puesto
En mitad de la noche